¿Qué hicimos mal para merecer este castigo? ¿Cuál será nuestra respuesta? Carta del Padre Joselo
Actualizado: 22 jun 2021
Queridos hermanos,
Hay una pregunta muy curiosa en el Evangelio (Jn 9,1-41) del cuarto domingo de Cuaresma, que recién pasó, que hacen los discípulos a Jesús: ¿quién pecó, él o sus padres? Jesús se ha encontrado con un ciego de nacimiento y los discípulos le preguntan quién pecó. Al menos es curioso. La verdad es que en aquel tiempo, entre los judíos, se creía que las enfermedades de nacimiento eran producto de algún pecado. O era porque él mismo había pecado o porque sus padres habían pecado y la consecuencia había sido un hijo ciego. Hoy sabemos que no es así. Pero sigue habiendo este pensamiento mágico entre muchas personas. Cuando tenemos un problema, muchos y muchas veces pensamos que es un castigo de Dios producto de nuestro mal actuar. ¿Dónde pecamos que Dios nos castiga? ¿Qué hicimos mal para merecer este castigo? Con la actual situación de pandemia mundial también puede surgir la misma pregunta. ¿En qué pecamos, o qué hicimos mal, dónde fallamos, que estamos sufriendo esta pandemia? ¿Por qué a mí, qué hice yo para merecer esta enfermedad, esta dificultad? Son preguntas parecidas a las de entonces.

Jesús no responde directamente esa pregunta. Yo tampoco lo haré. Porque es la pregunta por el mal, que requiere más tiempo. Discúlpenme. Veamos lo que sí responde Jesús, y qué camino propone. Le dice a sus discípulos: “nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios” (Jn 9,3). Y después, con toda soltura y sencillez, simplemente escupe en la tierra, hace un poco de barro, se lo coloca en los ojos al ciego y le dice que se vaya a lavar. ¡Y queda curado! ¡Increíble! Bueno, se trata de Jesús. ¡Qué maestro! Y podríamos seguir desarrollando el Evangelio, pero quedémonos en esta primera respuesta que anticipa la manifestación de la Gloria de Dios en la curación del ciego. La dificultad es para Jesús una oportunidad para que se manifieste la Gloria de Dios. Hace sentido, pues en la bonanza, en la calma, en las situaciones de estabilidad, cuando todo marcha bien, creemos que todo depende de nosotros y simplemente no descubrimos la presencia de Dios en nada. O, mejor dicho, en todo. La dificultad nos abre a una “posible” acción de Dios, y con ello, a la manifestación de su Gloria. Es en la ceguera, en la tartamudez, en el accidente, en la enfermedad, en la pandemia, donde Dios tiene un pequeño espacio para mostrar su Gloria. Porque si no, correríamos el riesgo de permanecer siempre ciegos frente a su presencia en nuestro mundo y en nuestra vida.

Para los que creemos en Dios, la respuesta de Jesús es también nuestra respuesta. Le dejaremos a los científicos explicar por qué surgió este virus (a pesar de que cada uno de nosotros lleva un pequeño científico en él); a los políticos explicar quién tuvo la culpa de su rápida propagación (a pesar que cada uno de nosotros también lleva un pequeño político en él); y a los expertos explicar de dónde viene y si fue premeditado o casual (y todos somos algo expertos, siempre). Para nosotros, hombres y mujeres de fe, la pregunta no es ¿por qué?, sino ¿para qué? ¿Para qué esta pandemia? En un primer momento, es una pregunta personal. Yo también estoy invitado a responderla. Jesús no la respondió con tanta dificultad: un poco de saliva, algo de tierra, mucha fe y sobre todo la convicción de que se manifestara la Gloria de Dios. ¿Cuál será nuestra respuesta? ¿Nuestra respuesta para que se manifieste la Gloria de Dios? Uno de los 50 sacerdotes que murieron en Italia, dejó que usaran el ventilador que él tenía para salvar la vida de otro paciente. Ahí se manifestó la Gloria de Dios. Otro sacerdote, que finalmente moriría de corona virus, recorría el hospital incesantemente leyendo el Evangelio para animar a los enfermos y moribundos, lo que llevó a que un médico se convirtiera a Jesús. Ahí se manifestó la Gloria de Dios. Hay médicos que han muerto por llevar hasta el final su compromiso por ayudar a otros a vivir. Ahí se manifestó la Gloria de Dios. La pregunta para el hombre de fe no es si se va a morir o no, porque todos nos vamos a morir. La pregunta es si sabemos usar las dificultades, las calamidades, las pandemias para mostrar la Gloria de Dios. No siempre será una acción tan radical y que conduzca a la muerte. También quedarse en casa lo es, o animar a los demás, lo es, o comprar comida para otro, lo es. Aunque no siempre lleve a la muerte, y espero que no sea así, siempre será un acto de gran generosidad. “Esta dificultad está para que se manifiesta la Gloria de Dios”. ¿Cómo? Les deseo mucha paz y alegría en la búsqueda de su respuesta personal. Y los acompaño con mi oración.
Hoy les propongo rezar lo siguiente, propio de Cuaresma. Es un poco radical, pero muy linda y profunda en el amor. Cada uno puede pensar en sus seres queridos… y en algunos más.
Señor,
¿Quieres mi trabajo?
Aquí estoy.
¿Quieres que todas las fuerzas de mi espíritu lentamente se desangren?
Aquí estoy.
¿Quieres mi muerte?
Aquí estoy.
Pero procura que todos los que Tú me has confiado,
amen a Jesús,
vivan para Jesús
y aprendan a morir por Jesús.
Amén.
Padre Joselo